Toda criatura en la tierra debe estar lista para la guerra. La pequeña hormiga para proteger su hormiguero, el hombre para proteger a su familia y las naciones para proteger su honor e integridad. Si se viola algo de esto, la guerra debe librarse.
La historia es percibida de manera diferente por los diferentes pueblos. Hay una historia escrita por el vencedor, o el partido más fuerte; Hay otra historia que transcurre de generación en generación, alimentada por cuentos, anécdotas, sangre, lágrimas y angustia, una herida supurante que tiene que estallar algún día. ¿De qué otra manera corregir el error, pero librar la guerra? Un estudiante de historia puede incluso simpatizar con las quejas de Hitler y su motivo para comenzar lo que pasó a convertirse en la Segunda Guerra Mundial, considerando la situación de Alemania después del Tratado de Versalles. De modo que hay que librar la guerra para reclamar un derecho y redimir el honor de uno.
Tal guerra, reclamar el derecho de uno sería ético, se libraría para expandir el territorio y la influencia al someter a los débiles, poco éticos. Nuevamente es una cuestión de percepción, un héroe para uno es un terrorista para el otro.
Una vez que se libra la guerra, la otra parte debe estar lista para defenderse o ser vencida. Piense en Polonia, Checoslovaquia y la “Operación Retribución” de Hitler en Belgrado. Todos deben estar preparados para la guerra.
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Las negociaciones, las conversaciones de mesa también son guerras, en un extremo del espectro. Cuando se intensifican con estruendo y rugidos, bombas y masacres, a estas guerras de palabras se les otorga la dignidad del nombre ‘guerra’. Un pacificador, que se rinde, con el noble propósito de “evitar la guerra”, solo está pasando la pelota. El problema sin clasificar, la insatisfacción de ceder, es una bomba de tiempo que espera explotar. Y cuando lo hace, se pierde más de lo que habría sido, si el problema se hubiera resuelto desde el principio.
Mientras exista la tierra, las guerras tienen que ser libradas. Los negociadores pacíficos solo son venerados si logran su objetivo, como Mahatma Gandhi y Nelson Mandela, tales ejemplos son raros. Un héroe de guerra caído es venerado incluso en la derrota. La guerra es la solución definitiva a toda discordia.