Principalmente proviene de disputas comerciales con los británicos. Los chinos vendieron muchas cosas en las que los mercados europeos estaban interesados, pero en su mayor parte exigieron el pago en plata, lo que complicó enormemente el comercio. Como solución, los británicos, observando la demanda de opio en China, tanto por razones legítimas como por adictos, cultivaron y vendieron grandes cantidades de opio, y lo vendieron a intermediarios por plata que eventualmente lo vendería a los chinos. La balanza comercial se vio alterada, y la preocupación por el creciente número de adictos al opio chino, llevó al gobierno chino a confiscar barcos extranjeros, destruir cargamentos y arrestar comerciantes. Los británicos respondieron violentamente, y se libraron una serie de batallas breves pero sangrientas, típicamente con victorias decisivas británicas sobre los más numerosos ejércitos chinos.
El efecto fue una serie de tratados que no solo otorgaron el control británico de la isla de Hong Kong (que luego se ampliaría mediante un contrato de arrendamiento negociado para incluir los Nuevos Territorios), sino que también expandieron en gran medida el libre comercio hacia y en China, a pesar de los deseos de China. También fue una especie de momento decisivo para la mayoría de los Han en China, a quienes se les mostró que las potencias regentes estaban lejos de ser seguras en su posición.
La guerra causó un gran daño al prestigio nacional de China, tanto a nivel interno como internacional, y prepararía el escenario para una gran cantidad de eventos que vendrían después.