Desde principios del siglo XVIII, Rusia había dominado a Polonia y a los estados alemanes en asociación con el Imperio de los Habsburgo. Su dominio sobre Alemania era tan fuerte que en 1714, los ejércitos rusos marcharon por el norte de Alemania para llegar a su aliado Dinamarca, en preparación para una invasión de Suecia.
En otras dos ocasiones, en las décadas de 1730 y 1740, los ejércitos rusos marcharon nuevamente por Alemania para atacar a Francia, con la cual su aliado, el Imperio de los Habsburgo, estaba en guerra. Esas expediciones fueron financiadas por Gran Bretaña, el enemigo de Francia.
Prusia era en gran medida un estado cliente de Rusia. El zar Peter I había ayudado al Elector de Prusia a elevarse a la condición de Rey, contra la oposición del Emperador del Sacro Imperio Romano de los Habsburgo. En 1720, el zar Peter le otorgó a Prusia la ciudad de Stettin, que había pertenecido a Suecia desde 1630. Ambas acciones fueron una recompensa para el monarca prusiano por su lealtad a Rusia y su ayuda contra Suecia en la Gran Guerra del Norte.
Cuando Federico II se convirtió en rey de Prusia en 1740, adoptó una política de escapar de la posición de subordinación a la hegemonía de los imperios ruso y de los Habsburgo. Su primer movimiento fue conquistar la provincia de Silesia de Habsburgo, en alianza con Francia. Esa conquista representó un gran aumento en el poder prusiano, ya que le dio a Prusia el control sobre el comercio que fluía desde la bohemia de los Habsburgo por el río Oder hasta el Báltico.
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En 1756 se produjo la Revolución Diplomática, mediante la cual la alianza anglo-austriaca colapsó y fue reemplazada por una alianza entre el Imperio de los Habsburgo y Francia. Para contrarrestar esa alianza, Gran Bretaña entró en una alianza con Prusia, que tenía como objetivo evitar la entrada en Alemania, o el paso a través de ella, de las tropas de cualquier potencia extranjera. Esa disposición estaba claramente dirigida contra Rusia, que había enviado tropas a través de Alemania en las décadas de 1730 y 1740.
La emperatriz Isabel de Rusia vio la alianza entre Gran Bretaña y Prusia como un desafío a la dominación rusa de Europa del Este. En consecuencia, resolvió destruir Prusia, para lo cual entró en una alianza con Francia y el Imperio de los Habsburgo. Ese fue el origen de la Guerra de los Siete Años.