A Estados Unidos le encanta burlarse de sus presidentes. Ronald Reagan fue un caso único ya que era de Hollywood. Los tostadores eran probablemente algunos de sus amigos más antiguos. A ninguno de nosotros nos importa ser asados por nuestros amigos.
El comediante Vaughn Meader hizo un par de discos de comedia parodiando a la familia Kennedy a principios de los años sesenta. Vendieron más de 7 millones de copias y convirtieron a Meader en una estrella hasta que el asesinato de Kennedy terminó con su carrera.
Los programas de variedades de televisión presentaban habitualmente a impresionistas como Rich Little y Frank Gorshin, quienes sí detectaron impresiones de LBJ y Richard Nixon. La aparición de Nixon en “Laugh In” podría haber cambiado las elecciones de 1968 hacia él.
“Saturday Night Live” elevó el listón de la sátira presidencial. Ningún presidente de Gerald Ford a Donald Trump ha escapado del tratamiento de “Saturday Night Live”.
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Barack Obama fue el primer presidente de redes sociales que apareció en “Between Two Ferns” y “Comedians In Cars Getting Coffee” con Jerry Seinfeld. Siempre parecía divertirse en la cena de corresponsales de la Casa Blanca.
Me preguntaste si algo cambió. Sí, el 20 de enero de 2017. Inauguramos un narcisista egoísta y de piel delgada sin ningún sentido del humor y no puede hacer una broma. Se saltó la cena de corresponsales de la Casa Blanca y disparó tweets críticos cada vez que “Saturday Night Live” lo ridiculiza. Trump es demasiado estúpido para darse cuenta de que en realidad está destacando el programa y elevando sus calificaciones. Por otra parte, tal vez ese sea el propósito.
Estoy seguro de que a la mayoría de los presidentes no siempre les gustó ser objeto de humor, pero los humaniza y los hace más accesibles hasta cierto punto.