Digamos que una noche de febrero de 1731, Mary Ball originalmente planeaba quedarse en casa. Se sentía cansada y se contentó con dejar que su tutor fuera a cenar a la casa de un amigo. Luego, cuando se acercaba la noche, se sintió lo suficientemente bien y, con el aliento de su tutor, decidió ir después de todo. Y en esa cena, conoció a un viudo que pasaba por una ciudad llamada Augustine Washington. Él la encantó. Se casaron un mes después. Tenían cinco hijos. El mayor era George, a quien viviría para convertirse en comandante de las fuerzas revolucionarias estadounidenses y en el primer presidente de los Estados Unidos.
No creo que nadie pueda argumentar que la decisión de Mary Ball de asistir a esa cena hubiera sido intrascendente en ese momento, pero que eventualmente tendría consecuencias importantes sobre cómo se escribiría nuestra historia. Esto ilustra la banalidad de esta pregunta:
Cada evento consecuente en la historia nació de innumerables antecedentes “inconsecuentes”.
Cuando pensamos en las implicaciones de esa declaración desde la otra dirección, uno puede ver fácilmente cómo es posible que el cambio más pequeño en algún momento en el pasado podría haber resultado en un presente completamente diferente al que tenemos ahora, probablemente uno en que ninguno de nosotros estaría participando.
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Si este hecho realmente habría hecho una gran diferencia en cómo se ve el mundo hoy (con un conjunto completamente diferente de personas) depende de su visión de la progresión histórica.