Este conflicto es sobre las inseguridades de Rusia y una línea de pensamiento más apropiada para el siglo XIX que lo que se ha convertido en una norma en el XXI. Los rusos todavía piensan en su país como un gran imperio y están desconsolados por el colapso de la Unión Soviética. Es por eso que, aunque Rusia reconoció las fronteras de Ucrania y su soberanía sobre Crimea en múltiples tratados y acuerdos bilaterales, nunca trató a Ucrania como verdaderamente independiente. Mentalmente, los rusos todavía veían a Ucrania como una parte de Rusia que no tiene nada que ver con ningún tipo de política exterior e interna independiente. Entonces, se entrometieron de manera muy grosera y cruda en los asuntos ucranianos desde que Ucrania se separó de la Unión Soviética en 1991.
Y, por supuesto, cualquiera de los movimientos de Ucrania hacia Occidente y los intentos de una mayor integración con la UE fueron vistos como actos de traición sangrienta por parte de los rusos. Parecen haberse perdido el memorando de que en el siglo XXI tenemos una pequeña cosa llamada globalización, donde los países intentan hacer tantos amigos como sea posible para ayudarlos a impulsar sus productos y potenciar sus economías a través de inversiones extranjeras. Además, en el siglo XXI, el verdadero poder se encuentra con aquellos países que son poderosos económicamente y generan nuevas ideas y tecnologías, ingrese a Silicon Valley. Países como Rusia, con una infraestructura desmoronada y una corrupción alucinante, cuya única contribución al mundo es bombear un poco de líquido negro desde el suelo, simplemente no son tan competitivos. Un alto número de ganadores del Premio Nobel per cápita hace que un país sea atractivo y competitivo, no el tamaño de su arsenal nuclear.
Ningún país en su sano juicio querría alinearse exclusivamente con un MESS llamado Rusia e ignorar por completo a sus vecinos que tienen mucho que ofrecer económica y culturalmente. Los ucranianos ven a la UE y a los Estados Unidos como bastiones de democracia, ley, orden, derechos humanos, baja corrupción e innovaciones técnicas. Rusia, además de ser un socio comercial, tiene muy poco que ofrecer en esas áreas. La corrupción alucinante de Rusia y la brutal opresión de cualquier disidencia, no son buenos ejemplos a seguir para ningún país, especialmente un gran país europeo que limita con la UE, como Ucrania.
Pero nuevamente, los rusos están desesperadamente atrapados en la mentalidad del siglo XIX, donde el poder hace lo correcto y las nuevas conquistas territoriales hacen que un país sea grande, no su economía o sus contribuciones tecnológicas y culturales al mundo.
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