Intentar colocar al presidente Xi Jinping al mismo nivel que Mao Zedong, es solo una estrategia o campaña política. Ni siquiera Deng Xiaoping, el gran reformador de China, pudo lograr el renombre que tenía Mao Zedong. Hasta donde sé, todos los líderes históricos en China cumplieron el papel que la sociedad o el PCCh le habían asignado. Mao tuvo la tarea titánica de expulsar a los invasores japoneses y derrotar al partido nacionalista de Chiang Kaisek, pero una vez en el poder fue un mal gobernante. El “Gran salto adelante” y la “Gran revolución cultural” fueron fracasos de sus campañas políticas. Deng Xiaoping, reconocido como el gran administrador de China, tenía la misión de llevar a China a una etapa de apertura en el extranjero, y la recuperación de Hong Kong en manos del dominio colonial británico con la fórmula “un país, dos sistemas”. Ahora, Xi Jinping tiene la tarea que le asignó el último Congreso del PCCh: modernizar todo el territorio chino. Es decir, superar la clara división entre una zona este enriquecida, mientras que la zona interior y la zona oeste todavía se encuentran en un estado de empobrecimiento. ¿Cómo lo logrará? Queda por verse.
Ninguno de los tres líderes (y otros) actúan solos. El único al que la gente dedicó (y subsiste) el “culto a su personalidad” fue Mao Zedong. Pero incluso él no actuó solo, sino bajo una correlación de fuerzas a su favor. La mentalidad “colectivista” subsiste en China. Todo lo resuelve el colectivo o colegial (Comité Ejecutivo Nacional). Una vez que una decisión, una política, una medida o una norma ha sido sancionada, la resolución “baja” a las fundaciones o unidades básicas del PCCh que comprende ciertamente más de 80 millones de miembros. Entonces, en China, todo funciona con “decretos” que emanan de las autoridades superiores. El poder está legitimado en una élite siempre que cumpla la función principal de mejorar el nivel de vida de la población. Si los líderes comunistas actuales no cumplen con esta tarea, que nadie dude de que el pueblo chino es capaz de levantarse en rebelión. No es, como piensa la prensa internacional, una cuestión de ideología (democracia versus dictadura). Es fundamentalmente una cuestión de responsabilidad para la mayor población del mundo, y esa responsabilidad no se puede evadir ni descuidar.
Es por eso que China necesita la paz mundial para continuar con su proyecto de desarrollo interno. El tema de la hegemonía global no es de interés para China. Los gobernantes chinos trabajan en estrecha colaboración con los cinco principios de política exterior diseñados desde la época de Zhou Enlai, el primer primer ministro. Una de ellas es la “no intervención en asuntos internos de otros países” y este principio se cumple por completo.
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