De hecho, no, no lo hago. Brasil ha sufrido algunas cosas recientemente, pero considero que la etiqueta “fascista”, demasiado frecuente, es irresponsable y, a veces, totalmente estúpida al designar al gobierno actual.
Digo que es un hábito estúpido porque esta terminología perezosa debilita y socava las críticas serias a la presidencia actual. Estamos viviendo una época delicada, una época de “efervescencia mitológica”, como describió Raoul Girardet. Existe un proyecto político fascistoide, pero aún no está completo.
Girardet señala que cada grupo político se basa en 4 conceptos clave, 4 mitos para crecer como movimiento social: la Conspiración, el Salvador, la Edad de Oro y la Unidad.
La Conspiración nace como parte de un discurso con el objetivo de exagerar ciertos hechos fácilmente verificables en la paranoia social. En nuestro caso, la derecha conservadora ha construido con éxito una narrativa centrada en chivos expiatorios izquierdistas. El éxito de esta agenda, que resultó en la remoción actual de Lula y Dilma de la escena política, dejó a la izquierda brasileña casi sin cabeza y ha abierto un camino para el ascenso y la glorificación de Bolsonaro.
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El Salvador se presenta a sí mismo como alguien que encarna virtudes específicas. Se alimenta de la crisis política / económica en curso y se opone a ella como un enemigo inmoral, como algo para ser purgado. El Salvador puede asumir muchas personas: el Viejo Héroe, que regresa de la jubilación para salvar a la nación, generalmente es un ex miembro del ejército; el audaz, que promete una aventura, la “nueva” política; el Profeta, que ve un futuro brillante para la nación; el Padre Fundador, quien representa los principios centrales del pasado.
Cada uno de ellos usa un mito de la Edad de Oro como base. Los conservadores brasileños, en particular, han elegido el Régimen Militar, porque representa una época idealizada de buena educación, nacionalismo, estado de derecho y falta de corrupción política.
Estos tres mitos dan como resultado una idea de la Unidad de Brasil hacia un mismo objetivo fascistoide: purgar el país de la decadencia izquierdista. Si no estás con ellos, estás en contra de ellos.
Las elecciones de los próximos años verán el resultado de al menos cinco proyectos políticos distintos (todos ellos pueden analizarse a través del análisis de Girardet), uno de los cuales puede seguir una agenda fascistoide, en el peor de los casos.
Me niego a llamar a la situación actual un “estado de excepción”. El escenario actual no es similar al del régimen militar. Es cierto que hemos visto tiempos mejores, pero también hemos visto cosas peores.
Defectuoso y corrupto como es nuestro sistema político hoy en día, preferiría elegirlo mil veces a principios de los años 60, por ejemplo, cuando el senador Arnon de Melo disparó y mató a otro senador en el Senado (y no fue condenado) o en los años 70, cuando los presos políticos fueron invitados a disfrutar de su estadía en DOPS y DOI-CODI.
Gracias por el A2A.