El no lo hizo.
Lo que dijo fue:
“… nunca cedas, nunca, nunca, nunca, nunca —en nada, grande o pequeño, grande o mezquino—, nunca cedas excepto ante convicciones de honor y buen sentido”.
Churchill dijo esto el 29 de octubre de 1941 en un discurso en la escuela a la que asistió cuando era niño, Harrow School, a las afueras del centro de Londres.
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Churchill continuó diciendo:
‘Nunca cedas a la fuerza; nunca cedas ante el poder aparentemente abrumador del enemigo.
A Churchill le encantaba visitar su antigua escuela y muchas veces lo hizo. En esta ocasión, su discurso, que a menudo es mal citado, duró unos veinte minutos.
Uno puede imaginar el contexto del momento del discurso en octubre de 1941, que fueron tiempos desesperados, antes de que los estadounidenses entraran en guerra en diciembre de ese año. Gran Bretaña estaba muy sola, ya que Polonia, Francia, Checoslovaquia y los países bajos habían caído a raíz de la guerra relámpago de Hitler (o “guerra relámpago”).
Por cierto, Churchill tenía una memoria fotográfica e incluso al final de su vida le encantaba cantar las viejas canciones de Harrow School que sabía palabra por palabra.