Sir Francis Bacon y el pollo congelado.
A principios de la década de 1600, Sir Francis Bacon entró en un debate con un amigo sobre si la carne fresca se podía conservar congelada o si se echaría a perder como de costumbre. Para probar su teoría, le ordenó al cochero que se detuviera y comprara un pollo a la persona más cercana que tenía uno. Esto era muy caro en ese momento, pero el pollo iba a ser un gran avance para la ciencia.
O al menos esa era la teoría de Bacon.
Se llevó el pollo a casa, lo destripó y lo rellenó completamente lleno de nieve. Imagine a un hombre adulto empacando nieve en el culo de un pollo muerto.
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Todo es en nombre de la ciencia.
Bacon puso el pollo en una bolsa y lo enterró. Tenía la intención de desenterrarlo una semana después para confirmar su hipótesis.
Luego, Sir Francis Bacon cayó con un “escalofrío severo”. Su enfermedad exacta era desconocida, pero las enfermedades que pueden surgir al llenar de nieve las aves recientemente sacrificadas son muchas.
Bacon murió unos días después de su enfermedad de las aves.
Lo irónico (además del hecho de que el apellido del hombre es Bacon) es que tenía razón. La carne congelada se mantiene significativamente mejor que la carne no congelada. No vivió lo suficiente para disfrutar de su descubrimiento. Pero Francis Bacon y su muerte por aves de corral congeladas viven hasta hoy en una forma diferente.
Sir Bacon realmente merece un mejor legado.