Es muy poco probable que una ciudad haya sido salada tan fuertemente que las tierras no puedan ser cultivadas más. Hubo una práctica en el Cercano Oriente, anterior a los romanos, de arar el sitio de una ciudad conquistada y sembrar una cantidad puramente nominal de sal para marcar la destrucción total de la ciudad. Sin embargo, hay una serie de problemas allí. Primero, la siembra y la salazón parecen haber sido puramente simbólicas cada vez que ocurrían. En segundo lugar, hay pocas razones para creer que esa ceremonia en particular tuvo lugar después de las guerras púnicas. La primera referencia que tenemos para arar debajo del sitio es una mención pasajera de un papa del siglo XIII, y todas las referencias específicas a la salazón de la tierra provienen de fuentes secundarias que datan no antes del siglo XIX.
Y, por supuesto, está el hecho de que el sitio de Cartago solo fue abandonado durante un siglo más o menos. Julio César volvió a fundar un asentamiento en el mismo sitio, y rápidamente se convirtió en una ciudad grande e importante. Es una buena historia, pero no hay ninguna razón particular para creer que alguna vez sucedió.