Es una cita de San Ambrosio de Milán del siglo IV. El sábado, como lo guardan los judíos, es el sábado, y los primeros cristianos continuaron celebrándolo como tal. Pero en este punto, los romanos habían comenzado a celebrar misa los domingos. Un feligrés le preguntó a San Ambrosio qué hacer durante un viaje de negocios a Roma … ¿estarían violando el mandamiento de guardar el sábado si hicieran negocios el sábado y fueran a misa el domingo? Si es así, ¿cómo podrían mantener la comunión si todos los demás estuvieran trabajando en sábado? La respuesta de San Ambrosio le recordó al feligrés que la liturgia era una herramienta para el beneficio de los fieles, utilizada para y solo para su beneficio: la adherencia rígida a los ritos divorciados de su contexto social fue una gran parte de lo que Cristo nos libró. Los detalles que interfieren con la comunión no tienen ningún propósito legítimo en la Iglesia.
Como tal, tiene un significado bastante más profundo que “simplemente aceptarlo”, pero esa es la única parte que sobrevive en el mundo secular.