“En el futuro, Berlín será la capital del mundo”. Adolf Hitler. Los objetivos gemelos de Hitler eran el dominio de Alemania sobre Europa y volver a dibujar el mapa racial del continente en beneficio de la raza aria. Los países que confiscó cayeron en tres categorías:
1. Tierras consideradas históricamente alemanas, desde Alsacia y Lorena en Francia hasta los Estados bálticos y Ucrania en la URSS.
2. La Unión Soviética, más por su ideología que por el bien del territorio. La URSS planteó una amenaza existencial a la existencia misma de Alemania, por lo que Hitler insistió en una “guerra de aniquilación” en el Este. Incluso la conquista de Moscú, Leningrado y otras ciudades tomaron el segundo lugar para exterminar el bolchevismo al aplastar al Ejército Rojo y la ejecución de los comisarios comunistas.
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3. Las naciones que podrían proporcionar una cabeza de puente para lograr estos dos objetivos. Francia tuvo que ser derrotada militarmente para salvaguardar el frente occidental mientras Hitler tramaba su verdadero objetivo; el camino hacia el este o Barbarroja. La captura de Francia requirió la invasión y ocupación de los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, aunque Hitler no tenía interés en esos países como tales. La estúpida desgracia de Mussolini en Grecia obligó a la campaña de los Balcanes. La intervención en Noruega y Dinamarca se hizo necesaria una vez que Gran Bretaña y Francia comenzaron a minar las costas del Mar del Norte de ambas naciones. Los neutrales permanecerían neutrales.
Observe qué países faltan en esta lista. Hitler no tenía intención de conquistar Gran Bretaña. Esperaba con ansias el día en que Gran Bretaña y Alemania firmen un acuerdo de paz respetando la esfera de influencia del otro. Valoraba la neutralidad sueca y suponía que en un mundo de posguerra Alemania y Suecia se convertirían en importantes socios comerciales. Si Alemania hubiera triunfado, el mundo habría sido testigo del nacimiento de la Unión Europea de Hitler.
Hitler veía la historia política como un juego de suma cero entre razas, al igual que los animales en la jungla. Las razas que habían demostrado ser inferiores por inactividad, es decir, los eslavos, deberían ser subyugadas mientras que el que vivía “parasitariamente” del cuerpo anfitrión de sus naciones adoptivas, es decir, los judíos y los romaníes de Europa, debía perecer, para que el anfitrión, en este caso Alemania, muere.